El solo hablaba

Sentada frente a él, en vez de hacer lo que debía, solo lo miraba, no hablaba nada, solo me callaba y lo admiraba hablar sin parar.
Solo hablar y hablar, era lo único que hacia siempre. A ratos me parecía como si olvidaba que estaba ahí frente a sus ojos, pero rápidamente seguía mirándome como si en aquel lugar fuésemos solo los dos, los únicos seres vivientes en ese mundo, y el no paraba de hablar.
El volaba en su mundo cuando hablaba de las cosas que amaba, se quedaba pegado en frases de celebres autores que a él le fascinaban, yo solo lo miraba y lo amaba al verlo solo hablar.
Nisiquiera cuando tomaba la botella de agua mineral que siempre bebía lo dejaba de mirar.
Cuando él por fin se cansaba de hablar un poco, cuando su garganta se secaba de tanto emitir palabras tomaba entre sus suaves manos, que cuando hacíamos el amor me acariciaban con pasión, el vaso de agua mineral y lo llevaba a su boca.
Así como yo era un dependiente del agua. Lo dejaba en la mesa, se me acercaba lentamente, con su mirada penetrante, como queriendo decirme algo, y cuando lo tenia a solo centímetros de mi rostro me pidió que repitiera todo lo que había dicho. Le parecía que no había estado muy atenta, por lo que o le repetía lo que había dicho hace un rato, o podía abandonar sin problemas el salón de clases.
Solo lo mire, como había hecho en todo momento y luego de un instante de silencio, le dije: - Prefiero salir “profesor”- recalcando con énfasis la palabra profesor.