Ella Alejandro, Él Angela.
Caminaban de la mano, uno imaginando al otro. Sentía como la otra mano la acariciaba, y sentía escalofríos de solo pensar sentir aquello.
Él miraba a los lados, buscaba algo, veía y oía pasar a los carros, sentía una agradable brisa sobre su rostro y creía (más bien imaginaba) que era ella quien le hacia cariño en la mejilla, quien acariciaba su barba crecida, y le decía que se afeitara. Se preguntaba dónde estaría es ese momento. Pensaba en porque por Bustamante no caminaba mas que él, aun cuando un par de cimarreros pasaban por el frente. El sonido de las ramas lo calmaba, esos árboles estaban cada día más frondosos, más bellos.
El césped lo invitaba a recostarse, pero debía llegar pronto a la oficina, estaba atrasado, el tiempo de colación había acabado. Se preguntaba porque la vida era así, porque ella debió irse tan lejos.
Ella caminaba apresurada por una vereda, el calor y el sol la fatigaban. Decidió cruzar hacia el parque, sentir la brisa que brindaba el movimiento de los árboles, sentir su sombra sobre ella, calmar ese calor. Al cruzar llego un poco de alivio a ella, aunque comenzó a recordarlo cada vez más, mientras menos lo quería, más lo sentía. Sintió la necesidad de tenerlo ahí, estar juntos en aquella banca, poder charlar, besarse, acariciar el uno al otro, pero el seguramente querría tirarse al pasto. A ella no le gustaba, le daba alergia el roce del pasto, no soportaba esa manía de él, ello era parte de la típica discusión que tenían a diario, antes de que ella se marchara. Recordó que lo mejor de ello era lo que venía después de discutir, lo que venia era fascinante para ella, y de seguro lo fue para él, quien era un niño tierno, a la vez algo ingenuo, pero solo con su mirada la dejaba perpleja, por que por las noches no solo era una mirada ardiente, aquello que guardaba en su mirada durante el día, era guardado para las noches lejanas, en que todo era perfecto, no había viaje, no había mas que ella y el, no había mas mundo que ellos dos. Noches que no volverían jamas, mas que en los ensueños.
ÉL no resistió la invitación que el pasto le hacia, no soporto las ganas de descansar un momento, - solo un momento se decía -, el día era perfecto, seria más perfecto con ella ahí, pero no era posible. Le fastidiaba saber que seguía pensando en ella, sentía que no lo merecía, nada merecía esa mujer de él, aun así lo que sentía era mas fuerte. Tumbado en el suelo, descansando, pensaba en ella, en su boca, en sus pechos, en su vientre que lo volvía loco, recordaba noches que no llegarían mas a su alcoba, noches en que dio todo, y ahora sentía no recibió nada.
Ella caminó cada vez más lento, cada paso que daba era una daga que la hería, no quería recordar pero era inevitable, de todas formas fue masoquismo ir a ese lugar, decidir pasear por ahí, luego de todo. Los recuerdos eran cada vez más dolorosos, añoraba tenerlo consigo, pero el no estaría ahí, ni estaría para ella. Vio aquella banca en la que siempre terminaban sentados, estaba un poco más allá, inconscientemente (eso decía ella para justificar ese deseo de tormento que tenía) fue hasta ella y se sentó. Como de costumbre hecho su cabeza hacía atrás doblando el cuello tan atrás como podía, miro el cielo, lo despejado que estaba, lo bello que le parecia, vio las nubes, y se dedico a mirarlas, solo mirarlas e imaginar que él estaba ahí, a su lado, que se inclinaba hacia ella y la besaba.
Alejandro se levanto un poco, se sento con las piernas cruzadas, y sintio temor y felicidad entrem,ezclada, una horrible paz con un sentimniento de rabia, todo mezclado, lo que vio fue a Angela frente a él, en la banca en que siempre se sentaban para evitar las discusiones, la vio, era ella, con el rostro elevado hacia el cielo, , mirando las nubes como de costumbre(costumbre que de seguro ya había perdido estando tan lejos), buscando e imaginando formas en ellas como siempre. Pero no lo creyó, no era posible, quizó correr a besarla, abrazarla, pero no lo hizo, era una locura, no era ella, ella estaba lejos, construyendo su nueva vida, habían pasado cinco meses desde su partida, no lo podía creer, aun pensaba en ella como en el primer día en que sintió su ausencia, cada día que vivía, la veía en cada rostro que pasaba por su lado, en cada una de ellas veía la figura de ella, creía verla, tenerla cerca, pero no era así, no, ella estaba lejos, y de seguro ya era feliz, no pensaba en el, era feliz y ya había encontrado a ese español que tanto añoraba cuando eran adolescentes y ella decía que algún día se iría a España, que conocería a un tipo perfecto para ella, con ese acento que la mataba cuando lo oía.
Ella dejo de mirar hacia el cielo, y creyó ver que era Alejandro quien caminaba por el césped, pero penso que como muchas otras veces, se trataba de otro tipo, en el tiempo que estuvo en Madrid solo veía a Alejandro en cada rostro que se le cruzaba, en cada uno de ellos lo veía a él, pero dentro de eso, sabia que no era así.
Se levanto, siguió su camino, después de todo no era tan tarde aun, podría ir a almorzar a aquel restorant cercano al cual iban con Alejandro, ese al que iban todos los días. Él podría estar ahí, pero no, era tarde, ya debía estar sentado en su oficina, ahora trabajaba, y no pensaba en ella como hubiese querido que fuera.
A veces el amor es asi...